Día cero

Querida D.

Los días han ido sucediendo uno tras de otro tan rápidamente, que no he podido darme cuenta del paso del tiempo. Mi cuerpo ha trascendido, lo que estaba en el borde por fin se ha desbordado y me ha dejado ir, naufragando en un mar de posibilidades, ¿estoy bien? no lo sé, pero aún respiro, y eso es lo que importa.

Esta noche, aquí, ahora, quisiera darte un abrazo tan largo que nos encontrara la mañana envueltos en una sonrisa que no pudiese dejar de brillar. Hace un rato, caminaba hacia mi departamento, escuchaba una canción que hablaba sobre una persona que cuando era joven, quería aprender a volar, a correr, dejando que su corazón decidiera el camino... pero ahora que ha pasado el tiempo se arrepiente de las cosas, de que nunca se convirtió en lo que creyó que sería y que desearía vivir un poco más, porque ahora sólo siente que la vida se le extingue....

Creo que los últimos años viví como esa persona, lamentándome por lo que no fui,  por todo lo que deje ir y todo lo que deje hace años atrás...  Pero querida Dani, ahora que estoy frente al espejo y me encuentro con un rostro no tan joven (pero lleno de experiencia), me doy cuenta que soy lo que tenía que ser y me alegra no ser nadie más, porque al menos me acerco a lo que soñé de mí mismo y mi vida aún no termina... Esta noche quería decirte un millón de cosas, espero y deseo verte pronto.

Respecto a tu última carta, daría lo que fuese por verte feliz, desde aquí, sentado en mi escritorio te grito que te quiero, ¿puedes escucharme?

Nos veremos pronto, fantasma de mi corazón.

Siempre tuyo, Nikol

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