El primer día del resto de mi vida.



Confieso que tengo miedo de ser el personaje del libro que nunca terminaste de leer, porque desde el principio te diste cuenta que nunca hubo química entre los dos. A veces, la vida se vicia, se llena de miedos y una vez que los vences, otros nuevos ocupan su lugar y así sucesivamente. Hay momentos que a lo largo de mi vida hubiese no haberlos querido vivir, sin embargo, esas vivencias han formado a la persona que soy ahora. Pero, hay dos grandes mentiras que no sé por qué hasta ahora insisten en hacernos creer, la verdad nunca nos hace libres, al contrario, te lía más, te ata a todo aquello por lo que luchas dejar, toda esa incertidumbre que se borra sólo cambia de nombre, pero jamás te libera, te llena de nuevas cosas que se van acomodando en tu interior, en los espacios que quedan a los lados que deja el vacío en tu pecho. La otra mentira no la recuerdo, últimamente sufro de amnesia, olvido las cosas que quiero decir, hasta lo más simple, cómo lo que buscaba en el notebook mientras hurgaba mis archivos, así que cuando la recuerde lo anotaré, para no olvidarlo más.

Tengo 28 años y algunos meses, me hubiera gustado reír más, no sé por qué tengo el presentimiento de que cuando vuelva a casa será sólo para visitar tumbas. Pero, no es que se hayan muerto, se fueron antes, quizá a reservarnos un buen lugar en nuestra fiesta de bienvenida. También sé que te abrazaré tan fuerte, como aquellas tardes en que llegaba de sorpresa manejando a toda prisa hasta tu puerta, mamá.

Ahora más que nunca creo que el pasado sólo existe para echarlo de menos en el futuro, acompañado de los eternos “si hubiera” que nos abordan cada cinco minutos apenas les damos la espalda. A estas alturas, con certeza puedo afirmar que hay diálogos que nunca hubiese querido escuchar, mensajes que hubiese querido que no llegaran a mis manos, días que hubiera archivado para un día nublado o con lluvia. Sombras que no salen de mi cabeza y por las madrugadas vuelven a abrazarme por la espalda. Pero, también hay momentos que siento como si los hubiese esperado toda una vida entera, como ese helado de chocolate que disfrutaba tanto en aquél kiosco al que me llevaban mis viejos los viernes por la tarde. O ese beso en la frente que me daba mi padre a la media noche, su presencia alejaba a los fantasmas de mi habitación y me ayudaba a dormir. Esa tarde en la bicicleta roja, cuando mi hermano le quitó las ruedas laterales y me empujo con tal fuerza que no me hizo caer. O aquellas tardes con mi hermana cuando hablabamos de los secretos que le contabamos a la almohada por las noches clandestinas de Torreón. Cómo esa mañana de diciembre en que conocí a a la niña más linda del mundo, mezclada con esa tarde calurosa de mayo en que encontré al niñito de ojos tristes. O aquella madrugada en que me adentre en la cama y supe que había encontrado la Paz que venía buscando tantos años atrás.

Recordé la otra mentira, lo que no nos mata nos hace más fuertes, no es cierto, lo que no nos mata nos tortura hasta que lo consigue, unos cuantos se acostumbran a vivir con el dolor, otros con la verdad, algunos con miedo, y el resto suelen ser felices fugazmente. Yo he vivido con todos ellos, el cuerpo se acostumbra a todo, tarde o temprano se habitúa hasta al vacío. Pero esa felicidad de la que hablo, es la que proporciona la fuerza para continuar con el resto, después de todo, eso es la felicidad, pequeños instantes como el de una fotografía, que se van coleccionando en un gran álbum llamado vida.

Hoy quizá sea el primer día del resto de mi vida, quiero agradecer por lo vivido, por todos los acontecimientos buenos o malos, quizá hoy deje de pensar en el futuro y empiece a disfrutar el amanecer que llega ya. Aunque siempre busque la oscuridad en su costado. Aunque para mí siempre sea de noche y el día esté nublado, aprenderé a sonreír aunque la lluvia empañe mis ojos fugitivos y moje mi paso vagabundo.

Estas líneas las quiero dedicar a todas las personas que se han cruzado por mi camino, no quiero mencionar nombres por no omitir ninguno, por los que están, por los que se han ido, por los que volveré a ver, gracias por todo, soy feliz de no haber muerto antes de conocerlos. El mejor consejo que puedo darles hoy es que vivan el día como si fuese el último, mañana puede que sea tarde. Gracias por los días y noches, mi vida no resultó como la planee, nunca es así, pero es mucho mejor de lo que pensé y sin duda alguna, sin alguno de ustedes habría sido totalmente distinta.

Sé que desde el primer día fue una locura, ha sido divertido, pero ha sido la más hermosa locura.



Entradas populares