Rizomas de la calle Santa Fe
No me hace falta recordar la belleza de su rostro el día de la despedida, no se ha ido, soy yo quien me he convertido en otra, una extraña en esta historia, y sin embargo, estos meses y todo lo que uno puede esperar a lo largo de una vida aquí lo viví. Quizá era eso la felicidad, cada minuto vivido como si fuera el último, la amenaza, el miedo, se quedaban afuera, después de atravesar la puerta recobrábamos el aliento y el espacio de la casa se llenaba de la música de nuestros silencios y algo más que no alcanzábamos a vislumbrar más allá de nuestras propias sombras.
