Continúa huida entre las sombras.

Tengo la piel extraviada desde hace unos meses, la última vez que pude sentirla ya no me decía nada, no me habitaba. Después, después sólo se fue, una mañana en que yo aún no despertaba y al final del día aún seguía aguardando su retorno.
Cada siempre lleva su hueso de jamás y los jamases tienen arrebatos de siempre. Así incansablemente, insobornablemente entre el siempre y el jamás fluye la vida.
Un siempre abre un futuro, un jamás se hace un abismo, mí siempre puede ser el jamás de otros tantos. Pero el siempre es una meseta con borde, con final.
Lo diferente siempre nos vence, aunque sea por poco tiempo. Nos esperaban. La memoria nos anunciaba. No basta con recordar cómo empezó. Tenemos que saber cómo terminó.
Y de pronto, la noche se derrumbó dejándome en el mismo lugar donde me perdí, en una continúa huida entre las sombras, escapando a hurtadillas en la oscuridad, sin prisa y sin tiempo, en silencio para no despertar, para no despertarme.